Mi ecléctica trayectoria profesional
De errores de cálculo, replanteamientos, y repercusiones. Y vuelta a empezar.
🏷️: Autoconocimiento, Vocación
¡Hola, compañero/a! 😊 ¿Cómo estás?
Espero que estas líneas te encuentren bien, con muy buena salud, y con objetivos alcanzables en tu punto de mira.
Yo hoy he sentido compartirte algunas cosas sobre mí, puesto que llevo ya varios meses asomándome a tu vida, y aún no sabes gran cosa de quién te habla.
Y esto ya roza la mala educación.
😄
Concretamente, he pensado contarte de dónde vengo en lo profesional, enmarcándolo como una historieta de aventuras y desventuras, pues la verdad es que llevo una trayectoria bastante curiosa (por ponerle una etiqueta neutral).
Habrás notado, tal vez, que hablo con bastante seguridad de temas relacionados con el desarrollo personal y espiritual, pero hasta ahora no te he contado de dónde surge esa seguridad. Así que creo que puede ser un buen momento para explicarte a qué me he dedicado, por qué he cambiado varias veces de dirección, y el momento en el que ahora estoy.
Tal vez veas reflejadas, en mis dudas y quiebros profesionales, algunas de tus propias experiencias y planteamientos en tu relación con el trabajo.
Sé que no soy la única persona del mundo a la que las preguntas del tipo “¿Qué he venido a hacer a este mundo?” o “¿Cuál es mi vocación?” le roban el sueño, ni soy la primera ni la última en realizar varios cambios de ruta hasta encontrar la buena.
Por eso te quiero compartir esta parte de mi historia personal, por si te llega a resonar a ti, o te ayuda a darte cuenta de algo.
Bueno, vamos allá:
Empezaré la carta de hoy arriesgándome a generar una espantada:
Ojalá hubiera sabido astrología mucho antes. Me habría ahorrado varios errores considerables en mi trayectoria profesional, y en otras áreas de mi vida también (pero ese es otro tema).
…
< silencio dramático >
¿Qué, sigues conmigo? Perfecto, entonces continuemos… 😉
Se nos hace escoger una carrera o profesión demasiado temprano y demasiado rápido, cuando aún no nos conocemos lo suficiente como para tomar una decisión de semejante calibre y repercusiones.
No sé cuál es tu caso, pero yo no conozco a muchas personas que estén dedicándose felizmente a aquello en lo que se formaron tras terminar la educación secundaria; y mi caso personal no es una excepción a esto.
Dejé a todos mis profesores del instituto preocupados y confundidos, sobre todo a Concha, la de bioquímica… pobre Concha… (y oigo las risitas de mis lectores argentinos desde aquí…) cuando, tras 4 años seguidos de matrículas de honor y sacar una muy buena nota en las pruebas de acceso a la Universidad, declaré que no quería estudiar una carrera universitaria: haciendo uso de mi recién adquirida libertad de elección, que venía en el pack de la mayoría de edad legal, decidí que me iba a estudiar artes gráficas a una escuela de artes y oficios, lejos de mi familia.
Sí, lo has leído bien, artes gráficas. La que iba para “Doctora en Biología”.
Los gritos que suscitó mi decisión en casa no supusieron demasiado contraste con los gritos habituales, que eran el pan de cada día. Y, en parte, esa fue una de las razones por las que escogí los estudios que escogí: porque estaban lo suficientemente lejos como para tener que mudarme por obligación, y así poder utilizar esto como excusa para alejarme de mi familia.
De otra forma no habrían aprobado que me fuera lejos, y yo aún (creía que) necesitaba su apoyo y aprobación para volar del nido.
La formación en artes gráficas no estuvo nada mal. Disfruté muchísimo de todo lo que aprendí en aquellos años, sobre todo a nivel personal: los estudios artísticos son fantásticos para los “espíritus libres” con un gran empuje interior hacia la ruptura de moldes, y por ahí me vino muy bien meterme en el mundillo del arte, recién escapada de la prisión militar—perdón, familiar.
Introducirme en el mundo artístico como agente protagonista, no como observadora externa, me ayudó a normalizar (tal vez demasiado) el ser diferente, el llevar un estilo de vida distinto, y tener gustos y prioridades no tan comunes.
Pero, en lo que respecta a cómo es la profesión del artista gráfico, sí me equivoqué.
Es verdad que tengo un cierto gusto estético, necesario para crear cualquier obra gráfica, y también es cierto que tengo un “ramalazo” creativo muy fuerte. Pero mi expresión creativa es muchísimo más efectiva y me resulta mucho más sencilla y natural mediante la palabra que mediante la imagen.
Aquí es donde un buen astrólogo vocacional me podría haber ayudado a tomar una mejor decisión, pues en mi carta astral se ve claramente una llamada hacia las letras. Hacia la palabra, la reflexión, la creatividad, y la ayuda a los demás.
Tras terminar mis estudios me marché aún más lejos, ésta vez sin apoyo familiar.
Pasé 7 años viviendo en Barcelona y compaginando empleos “de supervivencia” con algunos trabajitos de diseñadora gráfica, aprendiendo de unos y de otros lo que sí y lo que no me funcionaba a nivel laboral, hasta que tuve mi primera crisis existencial y me tuve que sincerar conmigo misma: me había confundido al estudiar artes gráficas, y estaba más que perdida.
Para no extenderme demasiado, avanzaremos en fast forward ⏩ dos años de búsqueda interna de respuestas.
Tras dos años de reflexión y muchas experiencias transformadoras, comprendí cuál era la principal razón por la que el trabajo de diseñadora gráfica nunca me había llegado a hacer sentir plena: me faltaba el componente del apoyo emocional al otro/a.
Siempre he tenido una tendencia natural a querer ayudar a las personas creando espacios de comunicación íntima y emocionalmente nutritiva, y en algunos de mis trabajos “de supervivencia” se habían dado las circunstancias para que ese tipo de espacios y relaciones sucedieran.
Comprendí que dibujando o diseñando no podía atender a esa llamada vocacional, y que por eso había sido mucho más feliz trabajando en una tiendita de hierbas y tés, en la que podía formar vínculos cercanos con los clientes y ofrecerles un espacio emocional seguro en el que charlar, que dibujando “bonito” para cualquier empresa de publicidad.
En ese momento yo aún no lo sabía, pero mi Medio Cielo, que es la parte de la carta astral que más se analiza para mirar el tema de la profesión o vocación ideal, y que está en el signo de Cáncer en mi caso, estaba llamándome a expresarse en una versión más madura y compleja que antes: la expresión artística sí está relacionada con Cáncer, pero siempre que ésta se utilice como medio para la conexión emocional con otras personas.
Así que empecé a hacer formaciones relacionadas con el acompañamiento en procesos de introspección, mientras yo misma me dedicaba en cuerpo y alma a mi propio autoconocimiento. Aprendí de terapia transpersonal, counseling, coaching y algunas herramientas de las llamadas “alternativas”.
No tardé en empezar a trabajar con personas que requerían una guía para conectar consigo mismas, utilizando toda clase de herramientas: meditación Zen, mindfulness (que no es lo mismo que la meditación, por cierto), arteterapia, ecoterapia, programación neurolingüística…
Me gustaba muchísimo la sensación de estar ayudando a otras personas a conocerse y quererse a sí mismas, y también el vínculo de cercanía que se generaba poco a poco, sesión tras sesión, con cada una de ellas.
Me sentía fluir en mi trabajo, me gustaba y, como colofón, se me daba bastante bien. Aun sin saberlo, estaba poniendo en práctica todas las cualidades implicadas en mi vocación ideal.
Y por eso todo parecía fluir tan bien: es lo que ocurre cuando te empiezas a alinear con tu esencia.
Pero me había vuelto a equivocar, solo que esta vez me costó bastante darme cuenta de ello.
En total estuve más de 10 años dedicándome al desarrollo personal. Y no me arrepiento de todo lo que viví, aprendí y tuve ocasión de aportar. Pero escoger la vía del acompañamiento terapéutico fue, en parte, otro error; no porque no tuviera una aptitud natural para ese trabajo, sino porque pasé por alto algo crucial, y que en ese momento desconocía:
La alta sensibilidad.
Acostumbrada (tal y como se me había inculcado en mi infancia) a forzar mis límites y desoír mis necesidades, yo no me daba cuenta de que mi trabajo no era sostenible para mí. A ningún nivel: ni físico, ni emocional, ni mental, ni económico.
Yo sólo me fijaba en que mi trabajo (al fin) me gustaba, es más, me llenaba, y en que, aparentemente, se me daba bien.
Me negaba a reconocerme a mí misma que cada sesión me agotaba, que no era capaz de realizar más de una sesión diaria, y que las semanas en las que trabajaba con más de 4 ó 5 personas acababa extenuada, necesitando después una semana entera de recuperación (cosa que no era posible, claro).
Mi alta sensibilidad me requería consumir enormes cantidades de energía en cada sesión para sostener y procesar las emociones, las energías y los problemas de la otra persona.
Esto es algo que nos sucede a todas las personas altamente sensibles, lo sepamos o no, nos hagamos cargo de ello, o no: somos como esponjas humanas, y no se puede evitar. No es algo que se pueda aprender a no hacer, porque sucede de forma involuntaria y pasiva.
Tozuda como soy, y resistidora como también soy, aguanté muchos años trabajando en algo que iba desgastando poco a poco mi salud y que me tenía estancada a nivel económico.
Mi trabajo me llenaba, sí, pero a un alto precio: mi salud y mi estabilidad material se resentían cada vez más.
Yo, ignorando mi alta sensibilidad y cómo ésta funciona, estaba empeñada en que debía “aprender” a que mi trabajo no me afectase tanto. Confundía mi sensibilidad con un signo de falta de experiencia, de no haber aprendido aún a gestionar bien las particularidades que comporta una profesión de ayuda. Pensaba que, si me esforzaba un poco más, si aguantaba un poco más, llegaría el momento en que mi trabajo no supondría la pesada carga que, de hecho, suponía para mí.
Pero la alta sensibilidad no funciona así, no es algo que se pueda aprender a apagar y encender a voluntad. La alta sensibilidad es la manera en que el sistema nervioso está cableado, es un rasgo físico-biológico, como el color de los ojos.
Mientras tanto, y según iba ganando en experiencia, las personas con las que trabajaba cada vez se abrían más y compartían problemas cada vez más complejos.
El efecto “boca a boca” iba creciendo, y yo tenía sentimientos encontrados siempre que alguien nuevo me contactaba para que le echase una mano. Por una parte quería ayudar y necesitaba el dinero, pero por otra parte sentía cada nueva persona que llegaba a mí como una carga pesada que a duras penas podía sostener.
Llegó un punto, en plena pandemia, en que mi cuerpo, mi mente y mi corazón no pudieron más.
Me levantaba por las mañanas agotada, vivía agotada, y me acostaba aún más agotada, mentalmente sobrepasada por mi trabajo, y emocionalmente angustiada por los dramas de todas las personas con las que trabajaba.
Había desarrollado dos enfermedades crónicas que se retroalimentaban entre sí, ambas relacionadas con el estrés.
Sentía el peso del mundo entero sobre mis hombros, y estaba atascada al final de un callejón sin salida.
Estaba en medio de un burnout de tamaño considerable.
Y, aún así, yo no soltaba mi trabajo; estaba aterrada, porque no tenía ninguna red de soporte, y no sabía qué otra cosa hacer si no era lo que llevaba más de una década haciendo.
Tuvo que llegar la Vida, el Universo, el Tao, Dios, como tú prefieras llamarlo, a sacarme a rastras de esa trampa en la que yo misma me había metido y de la que me resistía a salir.
Un buen día, la compañía de telefonía de la que dependían todas las telecomunicaciones en casa decidió dejar de ofrecer servicio en la zona (rural) en la que vivo.
Y así, de la noche a la mañana, me quedé incomunicada durante más de un año, demasiado lejos del núcleo urbano más cercano, y sin forma humanamente posible de continuar trabajando desde casa como terapeuta. Y sin la posibilidad de mudarme a ninguna otra parte.
Y en plena pandemia. 😅
Mi segundo error de trayectoria profesional fue corregido de un plumazo.
(La Vida… que si te empeñas en no escucharla, se acaba haciendo oír, pero a las malas).
Si hubiera sabido astrología antes, habría visto que mi carta astral grita “ALTA SENSIBILIDAD” por los cuatro costados y con luces de neón.
En concreto, tengo una alta sensibilidad al sufrimiento ajeno, con el que conecto de manera inmediata e inevitable, incluso de espaldas y con un muro de hormigón armado de por medio, incluso en la distancia.
Y eso también se ve en mi carta.
(Por si sabes un poco de astrología, te diré que, aparte de neptuniana1, soy también muy quironiana. Y plutoniana. En ese orden).
Si yo hubiera entendido de astrología, o si alguien con conocimientos de astrología se hubiese cruzado en mi trayectoria, me habría podido advertir del peligro de meterme a una profesión tan “de trinchera” con mi alta sensibilidad.
No sé muy bien qué habría hecho con esa información, pues estoy segura de que habría cursado las mismas formaciones que realicé (realmente me resonaban mucho); pero habría tardado bastante menos tiempo en buscar una vía más adecuada para mí de expresar las potencialidades de mi carta astral, sin hacerme daño por el camino.
Ahora volvemos a pulsar el botón de fast forward ⏩ hasta el presente.
Estoy aún lejos de haber logrado expresar las mejores potencialidades de mi carta astral en lo profesional, pues aún me estoy recuperando del burnout y el posterior derrumbe total de mis cimientos del 2020.
Pero estoy en camino ascendente, y ahora ya sé por donde sí, y por dónde no ir.
En los últimos años estoy utilizando todo lo que he aprendido a lo largo de mis periplos profesionales, junto con lo que ahora sé de astrología vocacional, para ayudar a otras personas a tomar mejores decisiones (que las que yo tomé) en lo que respecta a sus profesiones.
Sí, ya sé, la ironía… 😌
Uno de los rasgos más característicos de las personas quironianas es que estamos especialmente equipadas para ayudar a otras personas en los temas que para nosotras han sido, o siguen siendo, más dolorosos. Quirón representa al “sanador herido”, la ironía de asistir a pesar de tu propio dolor, al dolor de otros.
Además, me estoy animando al fin a escribir, que es lo que tendría que haber hecho desde el principio, pero nunca se me pasó por la cabeza que yo tuviera derecho a dedicarme a algo que me resulta tan fácil y tan agradable. Por aquello de…
“Te ganarás el pan con el sudor de tu frente” 👈 creencia limitante (léase con voz de ultratumba).
Ya para terminar, debo decirte que, a pesar de que me has visto referirme a mi ecléctica trayectoria profesional como una sucesión de errores que pagué muy caros, en verdad no creo que lo fueran. Y en realidad no me arrepiento de nada. Es una forma de hablar.
Creo que todo llega cuando puede llegar, no antes, y de ninguna forma distinta a la que debe ser.
Al final, tengo la sensación de que la Vida tiene sus propias formas de llevarnos hacia las personas, situaciones y lugares que necesitamos transitar para ir desarrollándonos como los seres únicos que somos. Y que, en realidad, no hay forma de acelerar ese proceso ni saltarse partes del trayecto.
La Vida no se pliega a nuestros planes y deseos, y la astrología no se puede utilizar para hackear al Universo. Faltaría más.
Como mucho, la astrología se puede usar como un mapa para estar mejor ubicados en el espacio de nuestro viaje personal. Pero el territorio lo tenemos que recorrer sí o sí, sin atajos, pues lo más importante de todo no es el destino final, sino el trayecto, y en lo que éste nos va convirtiendo.
En fin… ya termino por hoy. Espero haberte resuelto alguna duda/curiosidad que pudieras tener sobre quién te habla y de dónde ha salido. 😉
Si tienes cualquier pregunta, no te cortes en hacerla: puedes dejármela en los comentarios de más abajo (si me lees en la app de Substack) o responder directamente a este e-mail (si me lees en tu buzón de correo). Te responderé con gusto.
Si mi relato sobre mis cambios de trayectoria te ha suscitado algo en lo personal porque tú también has tenido tus dudas o tus replanteamientos en lo profesional, por favor no dudes en compartirlo. ¡Me encantará leerte!
Y si tienes curiosidad por saber cómo trabajo con astrología vocacional, puedes leer más aquí:
Gracias por seguirme en mi periplo hasta el final. Nos leemos en la próxima carta, dentro de 2 semanas, como siempre.
Hasta entonces, deseo que tengas unos días llenos de satisfacción en tu trabajo. 😊
Muchos besos,
Clara. 🌾
◾ ¿Quieres comentar algo? Haz clic en el botón del bocadillo 💭 de más abajo. Me encantará saber qué piensas, y además estoy segura de que tu opinión aportará valor a otras personas que la lean.
◾ Si no te apetece comentar pero te ha gustado lo que has leído, regálame un corazón ❤️. Me hará saber qué tipo de temas te gustan, y también me ayudarás a crecer. 😊
Las personas neptunianas somos todas aquellas con una sensibilidad, emotividad y un idealismo muy marcados. Estos rasgos corresponden a una fuerte influencia del planeta Neptuno en el momento y lugar de nuestro nacimiento. Si quieres saber un poco más sobre esto, puedes leer la primera Carta desde Neptuno aquí: La tribu neptuniana: Manifiesto.
¡Claraaa! Jo es que resueno tanto con lo que cuentas; por mi pasión por la astrología, por mi camino incansable en búsqueda de una profesión que me haga crecer sin sufrimiento y creo que porque, aunque nunca me lo han “diagnosticado” jajaja soy una persona altamente sensible.
Me ha servido mucho leer tu camino, de hecho he tenido varias revelaciones.
Me ocurre que al tratar con mucha gente, me dreno (dependiendo de cómo lo haga), pero a la vez me encanta; por ello escribir es una de las formas que tengo de poder “ser” en plenitud.
De hecho, creo que una de las razones por las que estoy muy bien ahora en Japón es porque paso mucho tiempo en soledad, con poca gente y cerca de la naturaleza.
De momento no puedo, pero ojalá, en cuanto pueda, hacer una sesión contigo de astrología vocacional (me encantaría ser astróloga vocacional, en un futuro también). Lo quiero todo 😂
Ahora estoy estudiando astrología psicológica, me falta todavía algún año, así que poco a poco.
Para que sepas, por frikear jajaja yo tengo mis casa de tierra, en tierra. Mi medio cielo está en capricornio, creo recordar que con Neptuno clavado ahí, en el MC. Pero luego me abre la casa 6 Virgo, y tengo la luna en libra en esa misma casa (creo recordar que asociada a quirón). Por lo tanto, todos mis trabajos (o a lo que dedique mi tiempo en general), me suelen afectar de una manera muy fuerte a mi salud. Y ahí ando buscando…
Gracias por abrir este espacio y me encantaría escuchar tus historias de vida y como han ido transitando en tu entorno laboral.
Abrazo enorme Clara 😍
Hola Clara,
Me ha encantado conocerte un poquito más. Tu periplo es muy interesante y me ha llamado la atención el hecho de que no te arrepientas de nada de lo vivido; otro punto más en el que nos parecemos. Siempre he creído en que las decisiones tomadas en el pasado -hayan sido buenas o malas decisiones- nos han ayudado a forjar la persona que somos hoy en día, por tanto, no creo que haya que arrepentirse de nada -siempre que no hayamos terminado en el fondo de un pozo, claro- si nuestras vidas van yendo a mejor, con sus altos y sus bajos.
Yo vengo a dar un poco la nota discordante respecto a mis compañeros de Substack, me temo, pero me gusta ser transparente y honesto en mis pensamientos. He de confesar que yo soy de los de «mente científica» y no suelo creer en nada que no esté científicamente probado. Pero la vida también me ha enseñado que la ciencia no siempre tiene respuesta para todo, y que cuando yo digo que «no creo en...(lo que sea)» esa frase siempre tiene e implica muchos matices. Las creencias que cada uno de nosotros tenemos han de ser respetadas siempre, y no minusvalorar las cosas en las que otras personas creen. Poniendo el ejemplo de la Astrología, yo no creo en ella, pero respeto profundamente a quien sí lo hace. Además, muchas veces me pregunto cómo diablos puedo yo «no creer» en algo que apenas conozco. No me parece honesto decir que uno «no cree» cuando «no conoce». Qué menos que probarlo, sea lo que sea, para luego poder decidir.
Yo tengo dos buenos amigos que son matrimonio, son maestros de Reiki, y creen en las mal llamadas «pseudociencias». Practican el Tarot, creen en la Energía Universal y actualmente estudian Cábala. A mí todas esas creencias no me dicen nada, pero aprendo mucho de ellos, y mantengo una relación profunda de amistad, a pesar de mis diferencias de pensamiento. Cuando hablo con ellos de temas profundos, muchas veces me hacen reflexionar acerca de mis propias convicciones. Es enriquecedor. En fin, esto daría para hablar largas horas.
El caso es que yo estoy inmensamente agradecido por haberte conocido, por saber un poquito más de ti. Ojalá pueda seguir aprendiendo cosas nuevas contigo. Para mí ya serás siempre alguien especial. Tú me descubriste la Alta Sensibilidad, y eso ya me vincula contigo cada vez que pienso en ello.
Gracias, Clara, por estar. ❤️
👉 🌷