🏷️: Autocuidado, Autodefensa emocional, Crítica social
Hola bonico… bonica…1 ¿cómo estás?
Yo he pasado una semana un poco triste, pero ya estoy mejor.
Desde que sucedieron las riadas en Valencia, he estado tratando de que la tristeza no me paralice.
Cuando estoy procesando algún suceso doloroso, ya sea personal o, como en este caso, colectivo, suelo tener menos energía y motivación a mi disposición para seguir adelante con mis quehaceres diarios. El cuerpo y el alma piden reposo para digerir las emociones, y es natural tener menos energía de lo habitual.
Por eso, estos últimos días no me he forzado a seguir con el ritmo de siempre.
Pero, si no voy con cuidado, en situaciones como ésta, el peso de la emoción colectiva se me puede infiltrar e instalar dentro; y existe el peligro de acabar inmóvil, sobrepasada por el dolor y detenida en la tristeza, sin hacer siquiera lo mínimo e indispensable para mantener la rueda de mi vida girando.
Y eso no puedo permitírmelo. Ya me ha sucedido otras veces, en otras tragedias colectivas, y sé a dónde me lleva… por eso digo que he estado tratando de que la tristeza no me paralice, esforzándome en seguir adelante a pesar del peso añadido.
También ando haciendo malabares con el bombardeo de información desoladora al que nos someten los medios de comunicación cada vez que acontece un desastre masivo.
De esto te quería hablar hoy.
Sé que, a pesar de que siempre te escribo cada dos semanas, solo ha pasado una desde mi última carta. Además, sé que te prometí hablar del tema del Bien y el Mal la próxima vez que nos leyéramos; pero he sentido que no estaba bien seguir con mi agenda de publicaciones como si nada, como si la tragedia no estuviera aún resonando casi a las puertas de mi casa, sin hacer siquiera mención al “elefante en la habitación”.
Y, aunque muchas de las personas que me leéis no vivís en España, creo que lo que hoy traigo para contar puede ser beneficioso para cualquier persona que, como tú y como yo, sea altamente sensible, empática e idealista. Es decir, neptuniana.
Vía directa con el cielo, el infierno, y todo lo demás
Los/as neptunianos/as sabemos y sentimos en nuestras entrañas que el mundo que habitamos es un único gran ser, y que las fronteras entre países son líneas divisorias imaginarias que de nada sirven para contener las catástrofes, sean éstas naturales, o artificiales.
(Tampoco sirven para contener el Amor, por otra parte).
Sabemos también que nuestra especie es una gran familia, hermosa y compleja, vestida con distintos colores de piel y distintas costumbres a lo largo y ancho del globo; y que las diferencias entre nosotros son sólo superficiales, circunstanciales.
Saber intuitivamente que todos somos Uno nos hace demasiado propensos/as a sufrir con todos y cada uno de los desastres de los que tengamos noticia (sobre todo si implican o son a causa de alguna clase de injusticia).
El dolor de una tragedia natural o humana lo sentimos igual de hondo, independientemente de la distancia física o cultural que nos separe del epicentro, pues, si algo hace bien la energía neptuniana, es disolver fronteras y unificar almas.
Por ello, cuando presenciamos o nos enteramos de alguna catástrofe, dan igual las distancias y las diferencias (de credo, de idioma, de etnia): la sentimos nuestra.
Esta tendencia a vernos y sentirnos en el otro con gran facilidad es hermosa (o eso me parece a mí), y además nos capacita especialmente para ser de ayuda en cualquier situación en la que se requiera apoyo, comprensión y compasión.
Solemos ser los primeros en lanzarnos a ayudar cuando algún ser vivo (humano o no humano) requiere ser ayudado o salvado, y por eso las profesiones de asistencia (médica, psicológica, emocional, física, espiritual…) suelen estar pobladas de personas neptunianas.
Pero esta capacidad para sentirnos tan conectados a los demás también puede suponernos un gran problema: la facilidad para sentirnos iguales en esencia y unidos a todo el mundo se nos puede volver en contra en situaciones de tragedias colectivas, porque conectamos sin filtros ni barreras con el dolor grupal de todos los seres vivos que las están sufriendo.
Al empatizar con las personas, animales y plantas que están viviendo el desastre, la sumatoria de todos esos sufrimientos individuales se nos echa encima, como una gran masa de horror, como un tsunami de dolor que nos engulle.
La facilidad para percibir intuitivamente y conectar con el campo energético colectivo (facilidad que, por otra parte, nos hace ser bastante creativos), se convierte, en esta clase de situaciones, en una trampa: la misma vía de conexión o canal a través del cual captamos la inspiración creativa y logramos sentir con facilidad a los demás, es la vía por la que nos llega todo el sufrimiento humano (y animal, y vegetal…) en su conjunto.
Y, en situaciones de catástrofe, el sufrimiento colectivo es, simplemente, demasiado. Más que el que ninguna persona individual, neptuniana o no, pueda sostener y procesar a solas.
Ante situaciones como la de Valencia, a cualquier ser humano con alma se le retorcerían las tripas.
Pero, si eres una persona especialmente sensible, la intensidad del dolor emocional puede alcanzar un nivel peligroso para ti, para tu salud física y mental: dependiendo de cómo de fuerte estés, y de cuánto te sumerjas en él, un sufrimiento de ese calibre te puede llegar a paralizar, enfermar, o incluso hacerte perder la esperanza o las ganas de vivir.
👁️🗨️ ¿Te ha pasado algo así en el pasado, ante alguna tragedia colectiva que viviste como tuya, por muy lejos que sucediese?
Autoprotección psico-emocional en tiempos de guerra informativa
Por todo esto vengo hoy, una semana antes de lo normal, a ofrecerte un pequeño consejo no solicitado. De neptuniana a neptuniana/o. Espero que te resuene:
👉 Ten mucho cuidado con las noticias y los medios de comunicación que consumes en las horas y días posteriores a una gran catástrofe humana o natural. Sé moderado/a y muy selectivo/a con la información a la que te expones.
Cuando suceda cualquier evento trágico que implique sufrimiento para muchas personas, animales o seres vivos a la vez, ten cuidado con la información a la que te expones y dejas entrar en ti, a través de tus sentidos. No permitas que cualquier información relativa al suceso entre en ti, sin tu previa aprobación consciente.
Filtra la cantidad y la calidad de la información a la que te expones. Reduce al mínimo indispensable la cantidad de noticias, artículos y vídeos sobre ese evento que consumes, y escoge bien tus fuentes. No tomes todo lo que te llegue, no caigas en el frenesí del querer saber más.
Selecciona, filtra y reduce tu exposición a la información sobre el suceso.
No se trata de que te aísles en una campana hecha de ignorancia, sino de que seas selectivo/a, tomando de aquí y de allá la información justa para saber lo que ha pasado y estar informado/a, pero sin caer en las trampas que casi todos los medios de comunicación nos tienden: morbo, sensacionalismo, tergiversación, ensañamiento.
Y, sobre todo, no te dejes arrastrar por el tirón magnético del horror.
Si lo haces, estarás dejando que el campo energético del sufrimiento colectivo te entre hasta los huesos.
Eso no ayuda en nada a nadie, de verdad. A ti no te ayuda en nada, y tú tampoco ayudas a nadie dejándote romper por el dolor hasta ese extremo.
Y no pienses que, por negarte a que el horror te arrase el alma, estás siendo una mala persona, o que eres una persona egoísta. No lo eres. En serio, no lo eres.
Si te identificas con los rasgos de una persona neptuniana, no estás capacitado/a para ser egoísta; no tienes lo que hay que tener para ser una persona egoísta.
(Tampoco estoy diciendo que los/as neptunianos/as seamos personas santas o angelicales, no me malinterpretes…).
Según mi experiencia, este pensamiento es bastante común entre las personas neptunianas: la idea de que, si no te implicas emocionalmente hasta la devastación interior, si te mantienes con un pie fuera de la tragedia, entonces eres una persona insensible y egoísta. Pero ésta es una creencia errónea y perjudicial, es un pensamiento incorrecto.
Lo cierto es que las personas altamente sensibles somos las que más tenemos que aprender a establecer ciertos límites emocionales, porque tenemos tendencia a ir por la vida sin barrera alguna, como esponjas en el mar. Establecer límites saludables (con los demás y para con nosotros/as mismos/as) suele ser uno de nuestros aprendizajes más difíciles e importantes.
De hecho, para poder ayudar bien (en caso de que quieras hacerlo), se te necesita estable, fuerte, en tu centro: tú tienes que estar bien.
Si te nace ayudar de alguna forma a paliar el sufrimiento de la tragedia, lo harás mejor desde un lugar interno de fortaleza y serenidad. Tienes que estar entero, entera. Conectado/a con la Vida y con el Amor. Manteniendo tu luz interna encendida, como tan bellamente explica
(Por cierto, si no la conoces ya, te recomiendo que eches un vistazo a lo que escribe Isabel. Estoy bastante segura de que te encantará).
Si no puedes colaborar a paliar el sufrimiento de un suceso trágico multitudinario, o si, por lo que sea, no sientes que sea adecuado para ti hacerlo, igualmente, si te mantienes en tu centro en medio del huracán emocional colectivo, estarás ayudando a mantener estable el campo energético global.
Mantenernos firmes en la luz del Amor mientras mucha gente cae en la oscuridad del terror y la furia es una labor importante en sí misma; más de lo que (tal vez) te pueda parecer a ti, o de lo que pueda aparentar visto desde afuera.
Y sí… si logras mantenerte sereno/a, con un pie fuera del horror colectivo, puede que algunas personas no entiendan por qué no te ves tan afectado/a por el desastre como ellas, por qué no te involucras emocionalmente tanto como se te presupone (sobre todo si ya te conocen y saben lo sensible que eres).
Pero no debes preocuparte por el qué dirán o el qué pensarán: tu estabilidad psico-emocional y tu salud son asunto tuyo. No le debes explicaciones a nadie sobre lo que dejas entrar (o no) en tu campo mental, emocional, físico o energético.
Tú sabes por qué te proteges, y tú sabes por dónde y hasta dónde te atraviesan las catástrofes si te abres totalmente al torrente de dolor que circula por el campo energético colectivo en esos momentos.
Vivimos en tiempos muy convulsos, a todos los niveles, y los desastres naturales y sociológicos no van a dejar de suceder.
Si esto es algo en lo que normalmente intentas no pensar demasiado, siento venir hoy a estamparte la realidad en la cara, de verdad. Pero seré breve.
Creo que el tema del caos medioambiental es el Gran Elefante en la habitación, al que no se le están otorgando la atención, la importancia y la afluencia de recursos que requeriría para ser frenado con rapidez, si no revertido.
Y quisiera con toda mi alma que no fuera así, pero es posible que la frecuencia de los sucesos trágicos y desastres naturales aumente en las próximas décadas.
Ojalá no sea así.
Pero, en cualquier caso, las noticias de catástrofes, lejanas o cercanas, van a seguir llegando. Y, en cada una de esas ocasiones, tendremos la oportunidad de decidir cómo, cuánto, y de qué manera nos implicamos a nivel emocional y mental con lo que está sucediendo.
Si no lo decidimos nosotros consciente y voluntariamente, serán los medios de comunicación (y sus intereses económicos y políticos) los que tomen esa decisión por nosotros. Y la fuerza magnética del horror colectivo hará el resto.
Desearía que, la próxima vez que los medios informativos te traigan a las puertas de tus sentidos una tragedia, te acuerdes de esta carta que hoy te escribo. Y que protejas tu mente, tu corazón y tu energía.
Porque tu energía y tu corazón merecen ser protegidos. Y porque, si tú no lo haces, nadie lo hará por ti.
Para poder transitar estos tiempos convulsos y, con un poco de suerte, construir un futuro que no repita pasados oscuros como una cacofonía de Historia de la Humanidad, la Vida nos necesita con el corazón limpio de odio y miedo.
Sólo estando afianzados en nuestro centro podremos entregar lo mejor que hemos traído para aportar a esta sociedad que se retuerce entre dolores de parto.
Amigo/a mío/a, el mundo te necesita sereno, serena, y en el Amor. Y si algo traemos para aportar al mundo las personas neptunianas, es eso: Amor.
Yo, por hoy, ya he hecho mi pequeña parte, contigo.
A ti te tengo que agradecer que me hayas leído un día más. Gracias por tu precioso tiempo, y tu atención (oh, divino tesoro).
Espero que mi pequeño consejo no solicitado te haya resultado de valor.
Si te apetece compartir tu parecer sobre este tema de cómo nos afecta la información a través de los medios de comunicación en situaciones de desastres naturales y/o colectivos, me encantará leerte. Puedes responder a este mismo e-mail (si me lees en tu buzón de correo), o dejarme un comentario más abajo 👇 (si me lees en Substack).
Me despido hasta dentro de 2 semanas. En la próxima carta, ésta vez sí, te compartiré mi reflexión sobre cómo trazo yo una línea precisa entre el Bien y el Mal en mis acciones y mis relaciones, y qué tiene esto que ver con ser una persona neptuniana.
Hasta entonces, cuídate mucho.
Besos,
Clara. 🌾
Disclaimer importante: todo lo aquí expresado es tan solo una opinión personal, inevitablemente sesgada y limitada por mis experiencias vitales, mi personalidad, y la información de la que dispongo hasta este momento. Te ruego que no tomes nada de lo que digo en mis publicaciones como un consejo profesional de ningún tipo, pues no lo es, ni puede serlo.
Bonico/bonica es un localismo que se usa en ciertas partes de España para referirse de forma cariñosa a alguien que es dulce o bondadoso.
Y es como suelo dirigirme a mis amigos/as. 🥰
Me parece una reflexión importante, Clara, y me conecta también con el tema de la elección externa de los momentos adecuados para las tragedias, en el sentido de qué tragedias sí y cuáles no deben vivirse como tales en función de cada momento. Momentos no sólo programados por los medios de comunicación, sino también impositivos por la fuerza de quienes juzgan el hecho de que otres sigan o no esta deriva. Lo mencionas, de hecho, cuando mueves el foco y dices que ese momento lo debemos elegir nosotras. Porque lo de Valencia es ahora importante, pero no será menos importante cuando se deje de hablar de ello y las personas afectadas sigan tratando de volver a rehacer sus vidas en un segundo plano social. ¿Y en qué medida ha de tapar esta tragedia, o este momento de la tragedia mejor dicho, otras cuestiones? Porque ésta otra, en este mundo parece que no pueden convivir diversas tragedias, que hay que elegir a donde dirigimos la mirada, la empatía y la ayuda. ¿En qué momento dejó de importar Palestina, por ejemplo? Y sobre todo a quién, porque a los palestinos no. ¿Por qué en ningún momento importa la República Democrática del Congo o Siria? Habrá quienes al leerme piensen que eso queda lejos, y no les falta razón. Pero con los medios globales podemos sentir las tragedias de lejos como en casa, y como tú muy bien dices eso puede inmovilizarnos. Es muy importante entender qué podemos gestionar, y la mirada local es aquí muy importante. Pero la frontera de la mirada local también es muy personal. Hay quien puede ayudar desde su pueblo a Palestina por sus propias potencialidades, quizás lazos con gente de allí, quizás el idioma que le permite acercar los hechos y disipar las mentiras. Quizás no tiene qué aportar a Valencia, sin medios materiales ni vehículo para moverse. Quizás no pueda aportar en ninguno de ambos casos, y su empatía está dirigida a una persona dependiente a su cargo, quizás sólo pueda dirigirla a sí misma para salir de su propia depresión. Y quizás su mayor ayuda sea colaborar en romper esta idea de que la naturaleza es hostil, ayudando a entender que la naturaleza es el medio en el que vivimos insertos y que sólo apartando la soberbia antropocentrista podremos comprender lo suficiente como adaptarnos a cambios que, aceptemos o no, se seguirán dando.
¿Qué te puedo decir? Yo soy de las personas a las que cualquier catástrofe atrapa, pero esta vez ha sido muy diferente. Ha sido como si me poseyera una fuerza desconocida: he ido pasando del horror, a la pena, la frustración y la impotencia, hasta llegar a la rabia, porque duele en el alma ver ya no sólo el dolor por lo sucedido sino la humillación, dejadez y pasividad posterior de aquellos que deberían vivir para servir al pueblo yen lugar de a sí mismos.
Para mí la justicia es esencial entre cualquier grupo de personas, y siento que sin ello estamos perdidos como sociedad. Siento también que hay intereses en sembrar el caos, y es por eso que me siento mal por dejarme llevar por todo esto, pero también me siento mal si no lo hago. Sé que no tiene sentido, porque vivo a 600 kms, pero como tú dices, siento el sufrimiento como si fuera mio.
Yo me he sentido por momentos incapaz de seguir con mi vida normal y me ha afectado al sueño y a la cantidad de tiempo que he pasado en redes sociales. Necesitaba saber si ya se estaba tomando medidas, si el sufrimiento no iba a más pero todo apuntaba a lo contrario.
Estos agujeros negros informativos que mencionas, Clara, son un pozo de calamidad y vergüenza. Y estoy muy de acuerdo contigo en que debemos mantenernos en nuestro centro. Yo aún no lo consigo, seguiré trabajando para poder aportar más amor al mundo, más luz, en lugar de más oscuridad. Gracias por esto. Una vez más.