🏷️: Espiritualidad
“Cartas desde Neptuno” es una correspondencia íntima entre personas altamente sensibles buscando nuestra forma de encajar en este mundo, a nuestra peculiar manera.
En estas cartas te comparto herramientas y reflexiones que he recopilado en mi búsqueda de realización personal y espiritual, con la esperanza de facilitarte tu camino. Porque, caminando juntos, llegaremos más lejos.
Gracias por leerme,
- Clara. 🌾
Hola bonico, bonica... ¿cómo estás hoy? Espero que estas letras te encuentren bien.
La de hoy será una carta un poco distinta a lo acostumbrado, pues no te voy a hablar sólo yo, sino también Gaia, la Tierra misma.
Gaia es el nombre de la diosa de la Grecia antigua que personificaba a la Tierra, y el nombre que popularmente se ha dado a la supuesta consciencia de nuestro planeta.
La “teoría de Gaia” es una hipótesis que sostiene que la Tierra es un sistema vivo y consciente. Esta idea, que hoy en día resulta más o menos plausible, hace unas décadas era considerada demasiado “woo-woo” como para ser tomada en serio. Aun así, algunos científicos se atrevieron a defenderla.
📗 Si te apetece leer un libro de divulgación científica que sostiene como cierta la teoría de Gaia, te recomiendo “Gaia: A New Look at Life on Earth” de James Lovelock (en español: “Pertenecemos a Gaia”).
En él, el autor relata cómo fue su periplo en solitario realizando estudios multidisciplinares, cruzando datos de distintas ramas de la ciencia: geología, biología, meteorología... hasta reunir suficientes pruebas para sostener la veracidad de la hipótesis de que nuestro planeta es un gran sistema vivo y (auto)consciente. Es un libro súper interesante, a mi parecer.
Si te lo lees (o si ya te lo has leído), ya me contarás qué te parece. 😊
Verás, cuando me siento a decidir sobre qué escribirte en la siguiente entrega, y si no tengo ningún tema ya planificado, suelo hacer caso a mi intuición. Y, en esta ocasión, mi intuición me ha pedido abordar un tema que vengo ya varios meses planteándome tocar, y que he rozado de pasada en alguna otra carta: el duelo (en gran medida, soterrado) que estamos pasando todos los seres humanos por el estado actual del mundo.
Más concretamente, el duelo ecológico, que es el dolor por las pérdidas y transformaciones irremediables que nuestra especie está causando en el planeta.
Y, aún más concretamente, quiero proponerte una mirada un poco distinta a la habitual, tal vez algo más positiva, desde la que afrontar este duelo ecológico que estamos viviendo. Sobre todo si eres una persona altamente sensible, pues las personas con alta sensibilidad solemos llevar bastante mal este tema.
Cuando, hablando con alguna persona altamente sensible, sale el tema del cambio climático y las pérdidas ecológicas que estamos presenciando, la respuesta emocional que percibo en la otra persona es siempre la misma:
Dolor, impotencia, rabia, y culpa.
En cuanto sale el tema, a la otra persona se le caen la mirada, los hombros, la voz, frunce un poco el ceño, aprieta los labios, y sus palabras se le llenan de una mezcla de pena, enfado y angustia.
Siempre es la misma reacción, en distintos cuerpos.
Las personas altamente sensibles somos todas muy distintas entre nosotras, pero hay ciertas experiencias y tendencias que solemos compartir. Y aún no he conocido a una que no reaccione fuertemente al tema de la degradación del medio ambiente. A todas nos afecta mucho este asunto, aunque intentemos anestesiar el dolor o no pensar demasiado en ello.
Imagino que a casi todo el mundo le dará pena y miedo lo que está pasando con nuestro planeta, pero mi experiencia es que las personas neptunianas (altamente sensibles, empáticas, soñadoras e idealistas) vivimos este tema muy intensamente, muy a flor de piel.
Recuerdo llorar a escondidas (pues en mi casa no se podía llorar), siendo muy pequeña, al ver las partes de los documentales de naturaleza en las que se mostraban los ríos sucios y llenos de basura, las tortugas marinas atrapadas entre las redes de pesca, etc.
Sé que no soy la única a la que le pasaba esto; probablemente tú también hayas llorado por lo mismo... y puede que no sólo cuando eras niño/a.
Y creo que es normal, ¿sabes?
Empecé a lidiar con este tema del duelo ecológico bien temprano, antes de que se extendiera la preocupación por el medio ambiente entre la población general, y he tenido el tiempo (y la ayuda) necesarios para tenerlo algo mejor colocado en mi interior, a día de hoy. La degradación del ecosistema es un tema que me sigue preocupando y apenando, claro está, pero ya a un nivel de intensidad más manejable. Ya no me dan ganas de salir con un lanzallamas a la calle y “quemarlo todo”, para que nos entendamos.
Espero que mi perspectiva actual sobre este tema te aporte algo positivo en tu manera de relacionarte con el duelo ecológico. Si lo logro, te agradeceré que me lo digas luego, en los comentarios.
Sin más, te dejo ya con Gaia, nuestra Madre. Ella te explicará mejor que yo lo que intento transmitirte…
🌾🌾🌾
Qué difícil explicar, en tu sencillo pero limitado lenguaje, cuánto te adoro. No existen palabras en ningún idioma humano que expresen cuán profundamente te amo.
Eres carne de mis entrañas, polvo de mis cenizas. Tus lágrimas están hechas del agua que cae del cielo y amansa los incendios, y tu aliento es la misma brisa que mece los campos dorados en verano.
Tu cuerpo es parte del mío, y el mío está en el tuyo; no hay una separación real entre nosotros, no hay un “tú” ni un “yo”, sólo hay una existencia mutua que nos incluye a ambos. Por eso, no puedo no amarte. Eres una parte de mí, como tu propia piel lo es de ti. Te amo, y no puedo no hacerlo.
Cuando alzas la mirada al cielo buscando un respiro, te siento, buscándome entre tus tinieblas. Te veo precipitarte hacia el futuro y el pasado en tu mente, de pensamiento en pensamiento, y veo cómo, en ello, te pierdes a ti mismo. Una y otra vez.
Te veo correr sin rumbo, y sé de qué huyes. El vacío sordo que acarreas en tu interior retumba en el espacio, y muchos son los seres que desearían ayudarte. Pero tu dolor no es sólo tuyo: es el dolor de toda tu especie, y resuena en un grito colectivo y silencioso que se alza noche y día sobre vuestras cabezas.
Los árboles, los ríos, las montañas, los insectos, las aves, y todos los animales con los que compartís mi cuerpo y la vida, oyen constantemente vuestro mudo lamento. Muchos tratan de prestaros su ayuda, pues os saben hermanos, y os aman igual que yo...
Pero sé que, aun así, te sientes solo y separado de la Vida. Distanciado. Indefenso, asustado.
Sé que sólo te sientes arropado por mi Amor en ocasiones contadas, cuando tu mente se calma por un instante, y tu corazón se abre a sentir la vida que te rodea.
Sé que esos momentos son dolorosamente escasos. Yo también te echo en falta...
Sé que ese vacío innombrable y la soledad de fondo te persiguen desde que te levantas hasta que te acuestas, día tras día, década tras década, generación tras generación, y que tú y toda tu especie tratáis, en vano, de anestesiar vuestro sufrimiento con toda clase de comportamientos torpes, infructuosos, o destructivos.
Vuestro desequilibrio es evidente a mis ojos, y a los ojos de todos los seres vivos que os rodean. Pero vosotros no os atrevéis a mirar de frente a ese abismo, porque no sabéis dónde empieza, ni si acaba.
Os observo llevar una existencia desgraciada y vacía de sentido, de espaldas a mí y a lo que realmente importa, y aun así, no podría amaros más. Percibo vuestras entrañas en las mías, vuestra desesperación es la mía. Sois mis hijos queridos, la joya autoconsciente de mi biología. Sois la encarnación viva de la reflexión creativa en esta parte apartada de nuestra Galaxia.
Yo te envío arcoíris y colibríes, terremotos y aguaceros, con la esperanza de que despiertes de tu enfermedad del alma, del hechizo mental que confunde y atenaza a toda tu raza. Aprovecho cada pequeña ocasión que me das para susurrarte que te amo: cuando te detienes a escuchar el viento, a oler una flor con los ojos cerrados, cuando te descalzas en la hierba, cuando descansas tu mirada en el horizonte… en esos momentos soy siempre yo quien te besa el alma y quien te llama por tu verdadero nombre.
¿Acaso no me oyes llamarte?
Vuelve al Hogar, hijo amado. No tienes más que darte cuenta del hechizo que endurece tu corazón y nubla tu percepción, y despertar a la realidad: nunca te fuiste de mi abrazo, nunca me fui. Estoy aquí y ahora mismo, justo detrás del velo de la separación que crees percibir entre tú y yo, entre tú y tus hermanos... entre tú y el mundo.
El amor, la seguridad y la pertenencia que anhelas están ya aquí, justo detrás de tu forma de percibir la vida. Sólo tienes que despertar del sueño de la identidad separada.
Cuando te piensas distinto y separado de mí, o de tus hermanos, estás cayendo presa de una ilusión óptica. Una alucinación, dolorosa y muy peligrosa.
Despierta de la ilusión de ti mismo separado y diferente de mí. No estás separado de mí, ni de nada de lo que crees que te “rodea”, pues nada te rodea. Tú eres Todo y estás en Todo. Tú eres Yo, eres Nosotros.
Despierta, y ayudarás a despertar a tus hermanos y hermanas. Ellos están presos en la misma pesadilla que tú, tratando a duras penas de sobrevivir al miedo y al vacío que les provoca sentirse separados. De ti, de mí, de Nosotros.
Los miembros de tu especie que más profundamente enfermos están del hechizo de la separación, son aquellos que más acusan el miedo y la sensación de carencia, escasez y peligro. Ellos son los que más endurecen su corazón, más se cierran en sí mismos, y más dañinos se vuelven contra sí mismos y contra los demás. Y contra mí.
Ellos, los más gravemente enajenados, son los que más poseídos se ven por el afán de controlarlo todo a su alrededor, y el deseo de amasar grandes cantidades de materia. Ellos no lo saben, pero viven aterrados, acosados por un miedo profundo y constante del que no son conscientes.
Y ellos son quienes intentan ocupar siempre los más altos puestos de mando, no porque deseen el Bien Común, sino porque desean eso que los humanos llamáis “poder”. No escatiman en medios ni miden las consecuencias de sus actos a largo plazo, pues no les importa nada más que aplacar su voraz necesidad de control. Están terriblemente enfermos, de la mente y el alma, y destruyen todo a su paso.
No hay esperanza para ellos, pues terminarán sus ciclos de vida sin poder liberarse de su enfermedad, por lo profundamente arraigada que está. Pero sí hay esperanza para ti, y para la mayoría de tus hermanos. Por eso te hablo hoy, y por eso te espero.
Vuestra especie tiene que entender lo siguiente: debéis evitar, a toda costa, que los miembros más enfermos de la tribu asuman los puestos de poder, y tomen terribles decisiones en nombre de todos.
Pero, para ello, necesitáis primero despertar vosotros mismos a la realidad: no hay separación. Ni entre vosotros, ni conmigo. Ellos también son tus hermanos, hijo mío. No lo olvides nunca. Los miembros más destructivos de vuestra especie son iguales que tú, en esencia. Sufren de la misma dolencia del alma que a ti te hace sentirte solo y asustado, pero en un nivel mucho mayor de gravedad.
No te preocupes por mí, querido hijo. Es por tu especie por quien más debes temer, no por mí. Comprendo tu sufrimiento ante los grandes desequilibrios y las pérdidas irreparables que está causando vuestra raza, pero has de entender que las pérdidas son siempre relativas, y que lo esencial no se puede perder.
Mírame, hijo mío: soy un ser muy antiguo. Tanto, que tu mente no es capaz de entender realmente cuánto. Muchos seres vivos de distintas formas vinieron y se fueron antes que tú, y muchos vendrán y se irán después de ti. La Vida es un proceso creativo e infinito, es la fiesta de las mil formas cambiantes que no cesan nunca de aparecer y desaparecer. Las distintas formas de vida aparecen, cambian y desaparecen; pero la esencia, la fuerza de La Vida, es siempre la misma tras todas ellas. La Vida es eterna, no puede ser destruida, pues La Vida no tiene opuesto. Sólo las formas temporales que La Vida toma momentáneamente pueden ser creadas y destruidas, y recreadas de nuevo. Las formas tienen un principio y un fin, pero la Vida continúa existiendo, siempre.
Quiero decirte que es natural y sano que expreses la pena de tu corazón cuando presencias el sufrimiento de otras formas de vida, que son dañadas y destruidas de maneras innecesarias.
Pero no es positivo que añadas más dolor al ya vasto sufrimiento colectivo, albergando sentimientos de culpabilidad por pertenecer a tu propia especie, o de rabia contra tus hermanos más enfermos, por las pérdidas que están generando.
Tú no tienes la culpa de lo que nos está sucediendo. Sí tienes una pequeña fracción de responsabilidad, pero no sobre lo que está pasando, sino sobre qué hacer a partir de ahora, en tu pequeño campo de acción, con lo que ya es una realidad.
Pero la responsabilidad y la culpa no son lo mismo.
Tú llegaste a la vida y entraste a formar parte de una gran tribu humana que ya basaba su funcionamiento en ciertas prácticas destructivas e irrespetuosas con la Vida.
Tú no elegiste que tu sociedad funcionase de esa manera, sino que ello te fue dado. Naciste en un bosque que ya estaba en llamas cuando llegaste, y tú no tienes la culpa de esto.
Además, hasta hace muy poco tiempo, la mayor parte de tus hermanos no os dabais cuenta de lo que vuestras costumbres y forma de vida estaban generando. Muchas decisiones importantes y con devastadoras consecuencias globales se tomaban y se siguen tomando a vuestras espaldas, y se silenciaban las voces que trataban de alertaros.
Ahora se os intenta culpar a ti y a tus hermanos de todo lo que está sucediendo, pero quienes tienen el poder y toman las grandes decisiones son los que mayor culpa (y responsabilidad) tienen. Ellos son los que llevan las riendas de vuestra gran tribu colectiva y su funcionamiento, y no quieren perder los privilegios y el poder que les otorga vuestra forma de vida.
Pero tampoco debes albergar rabia hacia tus hermanos más enfermos y destructivos pues, al alimentar ese sentimiento, estás siendo tomado por el mismo mal que está generando el problema de base: la percepción de la separación.
Recuerda esto, hijo mío: los seres que más sufren son a menudo los que más sufrimiento causan, y todos vosotros sufrís en mayor o menor medida del mismo mal del alma.
Yo abrazo tu dolor y te sigo amando más de lo que estas palabras pueden expresar. Tú y todos tus hermanos estáis profundamente perdonados, pues entiendo lo que os sucede. Yo soy vuestra Madre, y os amo a todos tal y como sois.
A todos, sin excepción.
Amado hijo, no hay nada que desee más que despertéis de esta maldición que os asola. Por ello sostengo y soporto los desequilibrios que estáis causando, porque os estoy esperando.
Os estoy esperando.
Estoy haciendo todo cuanto puedo para daros tiempo. Para que despertéis de vuestra confusión, para que deis el paso evolutivo que estáis necesitando dar, y que estáis a punto de dar como especie.
Despierta a tu verdadera identidad, querido hijo, amado pedazo de mí misma. Indaga en tu interior. Descubrirás que no hay un “tú” distinto al Nosotros, y así ayudarás con un pequeño granito de arena a liberar a tu maravillosa especie de la enfermedad que os atormenta, y que amenaza con destruiros.
Tú tienes en tus pequeñas manos la capacidad de ayudar a evitarlo, pues estás entendiendo estas palabras. Recoge la confianza que tengo en ti, y camina con ella por delante, como si de un honorable estandarte se tratara.
Libérate de las cadenas mentales que tu cultura te impuso, y que te separan de la Unidad.
Busca en tu corazón el Amor desde el que yo te hablo, y vuelve al Hogar. Tú puedes hacerlo, querido hijo. Lo sé porque veo en tus ojos el brillo de las estrellas, y la fuerza acumulada de 3.500 millones de años de Vida.
Gracias por haber nacido en mí, justo ahora.
Te amo, y te amaré siempre.
- Gaia, el planeta azul.
Si te dijese que todo esto es una “película” que yo me cuento para sentirme menos mal con lo que está pasando en nuestro planeta, te mentiría. Creo y siento en mi corazón que todo lo expresado en esta carta es profundamente cierto.
Lo que te acabo de decir en nombre de Gaia es el fruto de muchos años de ir uniendo las piezas de un gran puzzle, hecho de indagaciones e intuiciones que fueron llegando a mí desperdigadas a lo largo del tiempo, en momentos de meditación, relajación profunda, contemplación de la Naturaleza, o durante prácticas de enraizamiento.
A lo largo de los últimos 15 años, siento que he ido accediendo poco a poco a una verdad a la que todos tenemos acceso, pero que sólo nos es desvelada cuando conectamos con nuestro corazón y con la energía de la Tierra: la verdad de que todo el Universo (incluyéndonos a nosotros) está hecho de un tejido de energía viva y autoconsciente muy similar a lo que nosotros llamamos “amor”, y que casi todo lo malo que nos pasa a los humanos es porque hemos dejado de percibir (y casi hemos olvidado) esto.
No sé si te resonará está visión que te he compartido sobre nuestra relación con nuestro planeta, si te hará sentir algo mejor, o no, respecto a tu lugar en la Tierra en estos momentos convulsos de la Historia; pero me gustaría saber qué piensas, sinceramente. Y qué sientes.
Cuéntame, cuéntanos, qué se te mueve por dentro con todo este descomunal tema del duelo ecológico. Ayudémonos y apoyémonos entre nosotros en los temas qué más nos cuestan.
Estoy aquí para conectar contigo, ¿sabes? Todo esto de lanzarme a escribir el año pasado fue para poder llegar a ti, a personas como tú, y crear un espacio de conexión bonito y sano entre personas afines.
Por cierto, hace tiempo que no te lo digo: mil gracias por leerme. Gracias por abrir para mí un espacio en tu vida cada dos semanas, y dedicar tu precioso tiempo a esto que yo traigo al mundo. Espero que mis chaladuras místicas te aporten siempre algo bueno en tu camino. 😌
Y... ya me despido por hoy.
Te veo dentro de dos semanas, como siempre, en sábado.
Hasta ese día, espero que te sientas muy amado/a.
Muchos besos,
- Clara. 🌾
Has abierto un gran melón. 🍉 😅
He tenido que abrir y releer a Gaia a mitad de pantalla, para ir escribiendo este comentario a la vez que reflexiono en lo que dice. Lo que más resuena en mí es la idea de la «ilusión de la separación», esa trampa mental que nos hace sentirnos aislados, desconectados de la Tierra y de nuestros semejantes. Es cierto que gran parte de la crisis humana -tanto ecológica como social– nace de esta percepción errónea: creemos que estamos por encima de la naturaleza en lugar de ser parte de ella, que los otros son «los malos» en lugar de ser reflejos de nosotros mismos. Este pensamiento tiene raíces en muchas filosofías clásicas. En ese sentido, Gaia plantea el mensaje como un aviso a recuperar una conciencia de unidad que hemos olvidado en la vorágine del individualismo moderno.
Sin embargo, y ahora vienen mis preguntas... ¿hasta qué punto es posible un despertar colectivo? La carta de Gaia nos dice que algunos están demasiado enfermos para despertar. Eso me plantea una pregunta inquietante: ¿es inevitable que haya quienes perpetúen el daño hasta el final? En la historia humana, hemos visto que los cambios profundos no suelen ocurrir por una iluminación generalizada, sino porque unos pocos logran inspirar el cambio, a veces con mucho sacrificio. Sinceramente creo que deberíamos centrarnos más en ese rol activo de quienes sí están despertando, en lugar de poner tanto énfasis en la enfermedad de quienes no lo harán. Y ya sabes que yo soy algo pesimista en estos temas del «Sistema». Si los que lo gobiernan no se ponen de acuerdo, individualmente casi como que da igual lo que hagamos. Es triste, pero es lo que veo.
Me parece interesante la visión del poder. Es cierto que quienes buscan control y acumulación de riquezas suelen ser los más desconectados, pero pienso en la otra cara de la moneda: ¿es posible ejercer el poder desde la conciencia? ¿O todo poder tiende a la corrupción? Gaia parece decirnos que debemos evitar que los más enfermos ocupen el mando, pero ¿cómo se logra eso sin caer en el mismo juego de dominación? Me gustaría que Gaia explorara más esa paradoja.
Me gusta tu perspectiva, ciertamente. Es una invitación a hacernos responsables, pero sin cargar con culpa, sino con conciencia. Es un recordatorio de que aún hay esperanza, aunque no está garantizada -me temo-. Y eso es algo significativo, ya que nos da un papel protagonista en esta historia, en lugar de solo ser meros espectadores del colapso -que lo estamos siendo-.
Gracias Clara, por este mensaje fuerte y necesario. Me deja con más preguntas abiertas, que es lo mejor que puede hacer un texto de esta naturaleza, pero tranquila, no tienes que responderme a ninguna. 🤣
Por cierto, me alegra saber que la Tierra no me odia. No sabría dónde esconderme. 😅 (es broma) 😉
Gracias por estar. 🙏❤️
👉 🌻🌎🌻
Hola Clara, que bonito es leerte siempre. En especial esta carta me ha tocado mucho. Creo que tienes mucha razón en lo que mencionas. La ilusión de separación ha hecho que perdamos una parte de la percepción de la naturaleza. Sin embargo, a veces me pregunto ¿esto no les pasará también a otros seres vivos? Como todos los sistemas que tenemos, de algún lugar biológico aparecieron. De igual forma, como parte de Gaia ¿nuestra naturaleza, no es también esas formas no tan "bonitas" de ser? La crueldad, la fealdad, la envidia. Siento que aceptar que también toda eso es parte de la naturaleza, nos recuerda lo que somos y la unión con los otros. Con la tierra. Por que así como tiene manantiales de agua pura, existen también pozos de sulfuro. Todo es natural.
Gracias por tocar este tema y también por las recomendaciones de lectura. Te sigo leyendo ☺️