📨 Pregúntame #4: A pesar de la empatía
Cómo mantener las distancias y los límites cuando es necesario
🏷️: Pregúntame 📨, Autodefensa emocional
“Cartas desde Neptuno” es una correspondencia íntima entre personas “neptunianas” (altamente sensibles, empáticas e idealistas) buscando nuestra peculiar forma de encajar en este mundo.
En estas cartas te comparto herramientas y reflexiones que he recopilado en mi búsqueda de realización personal y espiritual, con la esperanza de facilitarte tu camino. Porque, caminando juntos, llegaremos más lejos.
Gracias por leerme,
- Clara. 🌾
Hola, mi querido/a neptuniano/a. 😊
¿Cómo estás?
Hoy te traigo una nueva entrega de la sección “Pregúntame 📨”, en la que vosotros me mandáis vuestras preguntas anónimas sobre cualquier tema relacionado con la alta sensibilidad, y yo os las respondo en abierto, para todos, compartiendo desde mi experiencia personal y profesional al respecto.
La pregunta de hoy trata sobre la empatía, y cómo ésta nos puede jugar en contra a veces. Concretamente, cuando tenemos que poner límites (y mantenerlos) con personas que, por lo que sea, nos perjudican de alguna forma.
Éste es otro de esos temas que nos atraviesan a casi todas las personas altamente sensibles, es un lugar común neptuniano. Agradezco a la persona que me planteó la pregunta por animarse a hacerlo, pues todos los neptunianos que conozco hemos pasado por algo similar.
Te comparto su pregunta al completo con todo el contexto que me proporcionó, porque es una de esas situaciones con muchos matices que son necesarios de explicar.
Espero que el tema de hoy te resuene y, si soy especialmente afortunada, que mi tentativa de respuesta te sea útil.
Pregunta:
”Hay alguien con quien tengo una "amistad" desde hace muchos años. Es una persona con bastantes problemas y siempre se ha apoyado mucho en mí. Con el tiempo me he dado cuenta de que me usa un poco como un cubo de basura para soltar todo lo suyo, y que en verdad no le importo tanto como persona. me escucha poco, y creo que me valora más como alguien que la escucha que como una amiga de verdad.
Me he alejado un poco varias veces, porque me deja sin energía, y siempre tengo sus problemas rondando en la cabeza.Y siento que en el fondo solo le importo porque la escucho.
Pero al final siempre termina convenciéndome de volver a hablar, me dice que soy su único apoyo (y creo que es cierto). Me da pena, porque lo que le pasa es serio y no es su culpa, pero también creo que está muy metida en el papel de víctima. Siempre tropieza con las mismas piedras, parece que no aprende o no quiere aprender.
Ahora he vuelto a tomar distancia. Aunque la quiero, también siento alivio de haberme alejado. Ella está otra vez insistiendo en vernos, y yo me siento mal, como si la estuviera abandonando. Pero ya hemos pasado por esto más de una vez, y sé que tengo que soltar, porque me hace mal y creo que no va a cambiar.
En tu última carta [puedes leerla aquí] contaste que te alejaste de personas que te hacían mal, aunque eran muy cercanas a ti. ¿Como hiciste para no volver atrás por culpa o por el cariño? ¿Cómo hago para no dejarme llevar por la empatía cuando ya sé que eso no me hace bien?”
Respuesta:
Bueno, lo primero que debo aclarar es que yo no tengo más que mis respuestas personales, las que hallé en aquella época. No tienen por qué ser aplicables para todo el mundo ni en todas las situaciones, pero trataré de expresarlas de manera que puedas/podáis sacar algo de valor de ellas. O eso espero.
Este tema es uno que se repite muy a menudo entre las personas neptunianas; hasta que no aprendemos a dejar de hacerlo, tendemos a sostener durante demasiado tiempo “amistades” casi (o totalmente) unidireccionales, que fomentamos o aceptamos sin darnos mucha cuenta de ello, y en las que uno siempre da, y el otro siempre toma energía.
Usualmente somos nosotras las que cumplimos el papel de dadoras.
No siempre hay una persona egoísta del otro lado, de todas formas. A veces sí es así, pero a menudo lo que ocurre es que establecemos relaciones de ayuda con personas que la necesitan, y que llamamos “amistades” (a falta de otra palabra para denominarlas) porque, con el tiempo, se genera un cariño mutuo.
Sinceramente, y aunque lamento la situación por ambas, me alegra que la persona que plantea la pregunta haya puesto entre comillas la palabra “amistad” al referirse a la relación que tiene con esa otra persona.
Para mí, esas comillas hablan de que ya es consciente de que una relación así, con un desequilibrio tan marcado en el intercambio de energías, y en la que cada persona tiene unas motivaciones tan diferentes para mantener el vínculo, no se puede considerar una amistad real.
Me alegra que sea consciente de ello porque esto ayuda mucho a la hora de poner límites y mantenerlos en su sitio. No digo que sea fácil hacerlo, pero sí que es mucho más difícil en los casos en los que el cariño es realmente mutuo y recíproco.
O cuando creemos que lo es.
La mayoría de ocasiones en las que he tenido que poner una distancia “de seguridad” con alguien, ha sido tras darme cuenta de que el cariño no era tan recíproco como yo creía. Es decir, eran relaciones de amor o amistad bastante unidireccionales, además de drenantes o directamente perjudiciales para mí.
Sólo en una ocasión tuve que tomar distancia con una persona que sé que me tenía auténtico aprecio (y yo a ella), y me fue especialmente difícil hacerlo.
Para responder a la pregunta de cómo hice yo personalmente para no “recular” tras alejarme de ciertas personas importantes de mi vida que me resultaban dañinas, dividiré la respuesta en varios puntos:
1) Mirar la relación con objetividad, aunque duela
Uno de los puntos de apoyo que a mí me sirvieron para no volver atrás fue recordarme a mí misma que esas personas no me querían como yo las quería a ellas, que los sentimientos no eran recíprocos o equiparables. Que no valorábamos la relación por los mismos motivos, que no estábamos en relación con las mismas motivaciones.
Y, que si estaban tristes o enfadadas por mi alejamiento, era más porque habían perdido algo que valoraban de mí, que porque les doliera que el vínculo de confianza se hubiera roto por mi parte.
Procuraba recordarme esto a menudo, pues me ayudaba a mantener una mirada realista sobre la situación. Aunque doliera mirar ahí.
2) Usar la energía de la rabia con consciencia
Otro aspecto en el que me apoyé conscientemente fue en la rabia que sentía al darme cuenta de que había sido utilizada o manipulada.
No sé si este punto es aplicable para el caso de la persona que me planteó la pregunta, pues da la sensación de que no está enfadada con su amiga, tan solo un poco decepcionada con ella, y cansada de la dinámica repetitiva. En cualquier caso, lo menciono porque es algo que a mí me ayudó mucho, y puede que a otras personas también les sirva.
La rabia es una emoción muy mal vista socialmente, sobre todo en las mujeres. Y hasta cierto punto es normal y tiene sentido que a todos/as se nos enseñe a controlar la ira como parte del proceso de socialización en la infancia.
Pero la rabia tiene su función biológica, como todas las emociones. Está diseñada específicamente para poner límites, y también ayuda a mantenerlos en su sitio, que es incluso más importante que ponerlos en primer lugar.
Al apoyarme en la rabia, no estaba deshaciéndome de mi parte de responsabilidad (por no haber puesto límites), sino empleando la energía y el impulso de esa emoción visceral a mi favor. La rabia me ayudó a no ceder, haciendo de muro de contención de mi empatía.
👁️ En ningún momento hablo de usar la rabia como excusa para atacar a nadie, como comprenderás. No estoy hablando de venganza, sino de un manejo consciente de la propia energía.
A las personas con alta sensibilidad y empatía nos suele costar poner límites. Para eso está la energía del enfado, para ayudarnos a ponerlos.
Pero más aún nos cuesta mantener en su sitio los límites que pusimos mientras estábamos enfadadas, porque la rabia se nos acaba diluyendo con el paso de las horas o los días, y ahí vuelven a aparecer nuestra compasión y empatía habituales.
Y entonces cedemos, reculamos.
Un truco que yo utilicé para evitar esto, y que después les sirvió a otras personas a las que se lo recomendé, fue escribir una “lista de agravios” cometidos por la otra persona. Escribí un listado pormenorizado de todas las cosas por las que tenía razones objetivas para estar enfadada, para que no se me olvidasen cuando la emoción de la rabia se empezase a aplacar.
Esto no es una excusa para aferrarse al resentimiento por los siglos de los siglos, sino una herramienta para evitar el olvido en el que solemos caer cuando el enfado se pasa y nuestra natural empatía ocupa su lugar. Al menos, para evitar flaquear en los primeros momentos, que son los más críticos. En esos momentos de flaqueza va bien dar un breve repaso a la lista y utilizarla para mantenernos firmes y no dar pasos atrás.
3) Expresar los sentimientos en “terreno seguro”
También me ayudó muchísimo tener personas de confianza con quienes compartir mis sentimientos, mis dudas, y mis dificultades para mantener los límites que había puesto. Ellas me escuchaban sin juzgarme, entendían las circunstancias que me habían llevado a poner aquellos límites, y me recordaban lo que necesitaba recordar.
Apoyarme en ellas fue una parte importante de cómo logré superar los primeros meses de dudas y remordimientos que, aunque sabía que no tenía razones lógicas para sentir (porque no había hecho nada malo), igualmente sentía. La disonancia cognitiva y la culpa pueden ser muy fuertes en los primeros meses tras poner distancia con alguien amado, sobre todo si es de la familia.
Si no tenemos a nadie de confianza con quien compartir esos sentimientos, y si podemos permitírnoslo, un terapeuta nos puede acompañar en el proceso.
O también podemos escribir sobre lo que nos pasa en un diario. Pero escribir sólo nos ayudará si lo hacemos como si estuviéramos hablándole a la parte de nosotros que es más sabia, a nuestro/a guía interior.
Para ello, podemos imaginar que le escribimos a un abuelo o abuela entrañable, o a un maestro compasivo, a un buen amigo, o al mismísimo Amor universal, como cuenta aquí
Se trata de contarle lo que nos pasa por la cabeza y el corazón, y hacer como que esa parte sabia de nosotros o de la Vida nos lee, nos escucha, y que nos responde a través de nuestra propia escritura, sin juzgarnos, y desde su posición de sabiduría compasiva.
Escribir así es una buena manera de procesar los sentimientos y los tormentos mentales que pueden acompañarnos en los primeros días, semanas o meses tras poner una distancia “de seguridad” con alguien a quien estimamos. Es importante dejarse sentir, respirar y procesar todas las emociones que nos surjan en el proceso, sin negar ninguna de ellas, pero tampoco dejándonos llevar o dirigir por ellas.
4) Cumplir con uno/a mismo/a
Pero, en última instancia, creo que mantenernos firmes en los límites que pusimos es, ante todo, una cuestión de fuerza de voluntad. Es un tema de aguante, fundamentado en un compromiso íntimo con nosotros mismos. Tenemos que hacernos una promesa (la promesa de no ceder ante la pena, la empatía, la compasión, la culpa injustificada, la duda, el auto-gaslighting…) y cumplirla.
Sé que esta es la parte más difícil, y creo que no tiene atajos ni bálsamos.
Pero para lograrlo, ayuda el tener muy claro y recordar qué perderíamos si cediésemos. Cada caso es distinto: la perdida puede ser en tiempo, energía, salud mental, paz interior, dinero, recursos… lo que sea. Pero creo que es importante recordar a menudo qué nos jugamos si nos echamos atrás.
A mí, el hecho de haber desarrollado varias enfermedades debido al estrés y los conflictos, me ayudó mucho a mantenerme firme. Había llegado a un punto en que no dejarme llevar por la empatía y la pena era ya una cuestión de supervivencia. Necesitaba mantener las distancias por mi propia salud física (además de mental), y sabía que si no lo hacía, las cosas iban a ir muy mal para mí.
Así que eso me ayudó a mantenerme fuerte en mi decisión.
A la persona que me plantea la pregunta tal vez le ayudaría pensar en todos los perjuicios que le causaría el volver atrás y retomar la relación con su “amiga”; no sé cuáles son, pero imagino que, como mínimo, para ella volver atrás implicaría una gran fuga de energía y tiempo. Que no es poca cosa…
Soy consciente de que estos consejos no son aplicables para todos los casos, ni tampoco para todas las personas. Sé que, generalmente, no es un buen consejo decirle a nadie que no escuche a su empatía; pero en el caso de las personas neptunianas, a las que el exceso de empatía nos puede jugar malas pasadas en algunas circunstancias, sí es adecuado intentar no dejarse llevar por el sentimiento de compasión o pena cuando ya hemos comprobado que una relación nos perjudica, y que la situación no va a mejorar.
Sin embargo, sé que esto es más fácil decirlo que hacerlo… ¿Tú te has visto alguna vez en alguna circunstancia similar a la que nos contaba la persona que hizo la pregunta? Si es así, ¿cómo lo hiciste para poner y mantener una distancia de seguridad con aquella persona, y no dejarte llevar por la empatía?
Si te apetece compartir tus propios aprendizajes al respecto, tu experiencia será más que bienvenida. Puedes compartirla abajo, en los comentarios. 👇
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Y bueno, poco más por hoy… me despido hasta la próxima carta. Como siempre, volveré a asomarme por aquí dentro de 2 semanas, en sábado.
Muchas gracias por regalarme este ratito, de verdad. Espero que la lectura de hoy te haya sido útil, o que te haya ayudado a sentir validada tu propia experiencia, o a reflexionar sobre algún aspecto de ella. Y si te apetece compartirlo, yo estaré feliz de leerte. 😊
Te mando un abrazo grande, y sin barreras. Cuídate mucho!
- Clara. 🌾
Disclaimer importante: todo lo aquí expresado es tan solo una opinión personal, inevitablemente sesgada y limitada por mis experiencias vitales, mi personalidad, y la información de la que dispongo hasta este momento. Te ruego que no tomes nada de lo que digo en mis publicaciones como un consejo profesional de ningún tipo, pues no lo es, ni puede serlo.
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Gracias, siempre. 🙏
Qué temazo, Clara. Qué importante es y qué poca importancia le damos.
Creo que todos tenemos gente así en nuestro entorno, yo puedo pensar así a bote pronto, en un par de casos. Y he tomado la iniciativa de alejarme de ellas; antes pensaba que tenía la obligación moral de ayudarlas. Escuchándolas, dándoles consejo cuando lo pedían, e incluso a veces sin pedirlo, hasta que me dí cuenta de que lo que necesitaban de mi era su dosis de victimismo. Como yo les aportaba esa compasión esencial para ellas para sobrevivir y recargar su energía, pues se aprovechaban drenando la mía, claro, y la de todo el mundo a su alrededor.
Curiosamente al conocer mi AS, puse límites muy estrictos y comencé a respetarme, tomando decisiones a veces drásticas acerca de con quien estaba dispuesta a compartir mi tiempo.
Pero conociendo lo difícil que fue para mi darme cuenta, y que aún hay veces que mi primer impulso es acudir al rescate, es muy comprensible que tengamos dificultades para lograr romper ese círculo. Es complejo, y a mí me ha llevado a perder algunas relaciones, pero he ganado en respeto y coherencia hacia mí misma.
¡Gracias por traer este tema!🙏✨
Este tema es importantísimo. He pasado por este tipo de relaciones varias veces. Pero luego de reflexionar mucho llegué a la conclusión que estas personas no son amigas, y que al cederles nuestra energía y tiempo, sin que eso sea recíproco, estamos faltándonos al respeto a nosotras mismas.
Cuando he puesto límites, a mí misma primero, es fácil apartarse. Muchas veces no es necesario dar explicaciones, a menos que se desee tener cerca a la persona en cuestión.
Gracias por este artículo.